El consumo acelerado de combustibles fósiles para la generación de energía llevará eventualmente a su escasez. Estos energéticos han sido formados a partir de la energía solar durante millones de años y los estamos consumiendo a un ritmo insostenible. Afortunadamente, tenemos una fuente de energía que es inagotable: las energías renovables (ER).

Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés), en su estudio en conjunto con la SENER llamado REmap20301, México, podría generar para el 2030 el 46% de electricidad a partir de ER, lo que representa 280 Terawatts hora (Twh) por año. Las energías eólica y solar fotovoltaica son las de mayor potencial, con el 26% en conjunto.

El impulso de ER es un eje estratégico a nivel mundial que busca principalmente prevenir el agotamiento eventual de combustibles en general, así como evitar los efectos tóxicos de la producción y uso de éstos. Básicamente esto representa dos metas: la seguridad energética y la sustentabilidad ambiental. 

Así mismo, las ER impactan transversalmente al desarrollo económico y al bienestar social, y globalmente, contribuyen al desarrollo sustentable.

En el aspecto social, se pueden mencionar beneficios como: creación de empleos regionales; acceso a un mejor nivel de vida en áreas remotas, a través de electricidad o de contar con estufas y calentadores solares o a partir de biogás; una mejor salud debido a una menor contaminación; y superación técnica o profesional, por el grado de especialización necesario para instalar o producir ER, lo que implica un mejor salario.

En el aspecto económico, el crecimiento de las ER contribuye positivamente al Producto Interno Bruto (PIB) y a las contribuciones al Estado, aumenta la inversión en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), evita importaciones energéticas y aumenta las exportaciones. Un mayor ahorro económico se obtiene considerando los beneficios de una menor afectación a la salud y a la reducción de emisiones de bióxido de carbono (CO2).

En el aspecto ambiental, el uso de ER contribuye a la mitigación de efectos causados por las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático, además de una disminución de la concentración de partículas tóxicas en el aire, suelo y agua.

Sin embargo no todo es positivo. Existen, por una parte, barreras para el desarrollo de las ER, como son la falta de una cultura de transición y aprovechamiento, la falta de metodologías para la administración de riesgos, la creación de modelos para promover la inversión, y la falta de estructuras de financiamiento, legales e institucionales que promuevan proyectos de ER. Además, en México existe una alta dependencia de tecnologías de ER de importación y por tanto costosas. 

Por otra parte, la percepción social en proyectos renovables no es del todo positiva, como en el caso de los parques eólicos en el Istmo de Tehuantepec2, principalmente por comunidades que se oponen al  uso de sus tierras, por falta de información de las compañías administradoras, por una baja compensación, por la desigualdad de beneficios obtenidos por dueños y no dueños de tierras, por contaminación de ruido y por afectaciones al paisaje, al medio ambiente y a la fauna.

Se requiere por tanto una metodología que evalúe integralmente el crecimiento sostenible de las ER, que provea un mayor conocimiento de las variables que las afectan, y que dé mayor certidumbre a la comunidad, a los inversionistas, a los gobiernos y a la academia para generar las plataformas tecnológicas que contribuyan principalmente a reducir la desigualdad social y a la mejora del medio ambiente. 

Referencias

  1. http://www.irena.org/DocumentDownloads/Publications/IRENA_REmap_Mexico_report_2015.pdf. Consultado el 6 de Junio de 2016.
  2. Juarez-Hernandez S., León G.; Wind energy in the Isthmus of Tehuantepec: Development, actors and social opposition. Revista Latinoamericana de Economía; V. 45, No. 178, 2014.