Por: Mtra. Isis Hernández

Ha sido motivo de debate y de múltiple contenido sarcástico en redes (memes) el que un personaje reconocido en el deporte mexicano haya expresado su sentir respecto al papel de las mujeres en la sociedad. Sin ánimo de juzgar esas declaraciones, me gustaría simplemente traer al blog algunos datos que nos permiten visualizar la importancia de la participación de las mujeres en la economía nacional, específicamente desde el sector energético.

Con base en datos del INEGI, para el 2020 la población total en México era de 126,014,024 personas, donde las mujeres representaron el 51.2 % de la población, es decir, la mitad de todas las personas que habitan el país. Esto se vuelve especialmente relevante cuando se abordan temas como fuerza laboral, Producto Interno Bruto o tasa de desempleo.

En el reporte “Mujeres y Energía” de la CEPAL, se menciona que al 2020 la participación de las mujeres en el sector energético era muy baja en comparación con la participación de los hombres. Este es un tema digno de ser abordado desde los más altos cargos de decisión en cada empresa del sector, puesto que, por un lado, en el sector educativo se promueve la participación de las mujeres en carreras STEM, y por otro lado, sigue existiendo una barrera una vez que estas mujeres egresan: la barrera de la inserción real en el campo laboral del sector energético.

Vale la pena retomar que la edad media de la población en México es de 29 años (la media mundial es de 30 años según Our World in Data). Es aquí en donde México puede usar el as bajo la manga al encontrarse en una etapa importante para hacer crecer su economía: población en edad media productiva con mujeres y hombres dispuestos a incidir en la generación de riqueza; pero no se debe dejar de lado que también es necesario preparar el camino y enfrentar la resistencia que suele preferir el modelo tradicional, esa resistencia que nos retorna al punto en donde se ve a las mujeres como cuidadoras y preservadoras del hogar, nada más.

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) señaló que el PIB de México crecería en casi 7 billones de pesos si se incorporaran a más mujeres en las actividades laborales. Es un ganar-ganar: crece la economía y disminuye la vulnerabilidad financiera de las mujeres (y de muchos hogares).

Según un reporte de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), los países de América Latina están experimentando una demanda creciente de energía debido al crecimiento poblacional y a nuevos estilos de vida caracterizados por el uso de herramientas electrónicas y digitales, lo que nos permite inferir que cada vez se requerirán más personas que dediquen su trabajo a la cadena de valor de generación y aprovechamiento eléctrico, y también en la investigación que abone al conocimiento en torno al aprovechamiento de fuentes de energía. Por lo tanto, el cambio de paradigma social es imperante: no podemos seguir dependiendo de una porción de la mitad de la población para estas actividades, es necesario involucrar a la otra mitad, derribando barreras de género.

En este contexto, es importante mencionar que las mujeres no sólo queremos compartir actividades de cuidados, también queremos trabajar y hacer crecer la economía. No está de más mencionar que aquí estamos hablando, al menos, de dos importantes ODS: el 5 “Igualdad de género” y el 7 “Energía asequible y no contaminante”. Para alcanzar las metas relacionadas con estos Objetivos de Desarrollo Sostenible, hay que luchar contra la resistencia al cambio, y esto es tarea de cada uno de nosotros, de cada una de nosotras, generando modificaciones desde varias aristas y prestando especial atención a la base: la forma como educamos a nuestros hijos e hijas.

Dato para la reflexión: El trabajo doméstico no remunerado, el que suelen realizar principalmente las mujeres, fue valorado en 8.4 billones de pesos al 2023, lo que equivale a 26.3 % del PIB de la economía nacional (INEGI, 2023).


Mtra. Isis Hernández

Es Ingeniera Química por la ESIQIE del Instituto Politécnico Nacional y Maestra en Geociencias y Administración de los Recursos Naturales por la ESIA Unidad Ticomán. Además, tiene un diplomado en Derecho de la Energía en la Escuela Libre de Derecho, y un Diplomado en Formación Tecnológico Ambiental para la Sustentabilidad.

Tiene 20 años de experiencia en las áreas de Calidad, Proyectos en la Industria Petrolera y Sustentabilidad.

Actualmente, se desempeña como docente en la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Energía y Movilidad (UPIEM – IPN) e Instituto Tecnológico del Petróleo y Energía (ITPE).

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